Catamos ‘Maneki 2013’, un vino con denominación de origen Tierra de León elaborado 100% con la variedad albarín blanco.
Variedad: Albarín
Fecha de cata: 29 de enero de 2017
Crianza: 4 meses de sobre lías y 2 meses en barricas de roble francés
Volumen de alcohol: 13,5%
Denominación de Origen: Tierra de León
Los hermanos De Paz Tampesta crearon esta bodega en el año 2000, en Valdevimbre, León, con viñedos que oscilan entre los 25 y los 45 años de edad. Elaboran vinos con las variedades albarín, tempranillo y prieto picudo.
Entre los vinos que producen se encuentra ‘Maneki’, cuyo nombre significa invitación en japonés, o bien, que puede estar relacionado con el maneki-neko, aquella escultura tradicional japonesa de un gato -casi siempre dorado- que saluda incesantemente y que trae la buena suerte a su dueño. Gracias a nuestra querida Nao Shikata por la explicación.
Es un monovarietal de albarín blanco, variedad cuyo origen se disputan varias comunidades autónomas como Asturias, León y Cantabria. No confundir nunca con la variedad albariño, ya que ambas presentan características muy distintas.
En este caso catamos la añada 2013, que ya no está disponible en el mercado, lo que significa que probablmenete no volveremos a beber una botella de la misma.
A la vista presenta un hermoso color dorado, brillante y limpio; en nariz encontramos limpieza, así como un intenso aroma de membrillo, que también podría ser de mermelada de albaricoque o melocotones en almíbar, flores blancas, algún recuerdo anisado, cierta salinidad y tostados muy discretos, casi imperceptibles, producto de su edad; en boca resulta amplio, frutoso, glicérico, con una excelente acidez que hubiese podido prolongar más su vida, aunque pensamos que lo bebimos en un buen momento. Es un vino con personalidad propia, con gran identidad, que no se parece a ningún otro.
Lo armonizamos con un delicioso plato mexicano: pollo en salsa de pipián verde, hecha a base de pipas de calabaza y otros ingredientes como chiles verdes o tomatillo. Una armonía que funcionó estupendamente, ya que el plato no opacó al vino ni viceversa; por el contrario, el ligero picante del pipián resaltó la parte frutal del vino y la acidez de éste limpió perfectamente bien la grasa del plato. Un completísimo maridaje por contraste.