La Denominación de Origen Protegida Calatayud cumple 25 años de existencia y para celebrarlo la semana pasada ofreció una muestra de sus vinos en Madrid, enmarcada en la campaña “Viñedo Extremo, Vinos de Altura”, que sintetiza los elementos que los caracterizan.

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El piso 50 de la moderna Torre de Cristal, de reciente construcción, fue el escenario en el que diez bodegas, de las 16 que conforman la D.O., ofrecieron lo mejor de la región, que se encuentra en la provincia aragonesa de Zaragoza, en colindancia con Soria, Guadalajara y Teruel.

La variedad más representativa de Calatayud es la Garnacha Tinta, que ocupa más del cincuenta por ciento de la uva cultivada allí. Otras variedades tintas permitidas son Tempranillo, Syrah, Mazuela, Merlot, Cabernet Sauvignon, Bobal y Monastrell. Y aunque es tierra de vinos tintos, también hay variedades blancas como la Viura, Garnacha Blanca, Malvasía, Chardonnay, Gewürztraiminer y Sauvignon Blanc.

Tres factores son clave en la producción de los vinos de Calatayud: los suelos, la altura y el clima. Diversos tipos de suelos: pedregosos de gravas, pizarras o margas, que resultan estupendos para el cultivo de la vid y aportan a los vinos mineralidad, estructura, elegancia y aromas.

El clima, extremo, con inviernos muy fríos y veranos muy calurosos, produce unas uvas de extraordinaria calidad para la vinificación. La altura de los viñedos, entre 550 y mil metros, favorece la aireación, por lo que la uva sufre menos riesgo de plagas y enfermedades. Además, su maduración se vuelve más lenta. La vendimia se realiza a finales de septiembre, cuando el clima resulta más amable para esta actividad.

La mayor parte de la vendimia se lleva a cabo de forma manual, pues la altura impide el uso de máquinas, lo que repercute en una mayor integridad de las uvas cuando llegan a la bodega.

La edad de los viñedos es otro de los factores característicos de los vinos de Calatayud, puesto que la D.O. cuenta con una amplia superficie de viñedos viejos, de más de 50 años de edad, que proporcionan unas uvas de calidad, con una mayor concentración frutal.

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En la degustación pudimos catar los vinos de Bodegas Atteca, de la que destacamos el ‘Atteca Armas 2011’, monovarietal de Garnacha, que acusa una elaboración cuidadosa, con uvas de viñedos centenarios y una producción limitada que se refleja en la copa: en nariz se nota el paso por barrica (18 meses en roble francés) con unos tostados marcados y fruta compotada. En boca resulta un vino elegante, que mantiene su carácter frutal, aunque con los aportes de la madera y un fondo mineral propio de la tierra. Todo un acierto. Otros vinos de esta bodega a los que no hay que perderles la pista son ‘Atteca’ y ‘Honoro Vera’, este último con una relación calidad-precio extraordinaria, no en vano su añada 2011 fue seleccionada para la ceremonia de los premios Oscar de 2013.

Una de las mayores sorpresas de la actividad vino de la mano de Bodegas Breca, que pertenece al Grupo Jorge Ordoñez. El aliento fundamental de este bodeguero es la producción de vinos de gran calidad en aquellas zonas en las que considera que tienen potencial. ‘Breca 2012’ ha resultado todo un descubrimiento. Ahora sabemos la razón por la que el famoso crítico de vinos Robert Parker calificó la añada 2011 con 94 puntos y por qué Peñín ha dado 96 puntos a la 2012. Es un vino con una nariz de fruta madura, que en boca refleja como pocos las características de la Garnacha de la zona, con un notable acento mineral de la pizarra que compone el suelo en el que se cultivan sus uvas. Sin duda se trata de un vino del que aún quedan muchas líneas por escribir. Gracias a Javier Noval por la presentación de este gran vino.

También resulta interesante el trabajo de Bodegas Langa, que ha apostado por una variedad poco conocida como la Concejón (o Moristel), que utiliza para la elaboración del ‘Pi 3.1415’.

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Una de las bodegas más emblemáticas de la zona es Bodegas San Alejandro, cuya línea ‘Baltasar Gracián’ -que toma su nombre del jesuita y escritor del Siglo de Oro español, oriundo de Calatayud- ha cosechado inumerables premios. Tuvimos oportunidad de probar los tintos de esta colección: ‘Baltasar Gracián Vendimia Seleccionada’, ‘Baltasar Gracián Garnacha Viñas Viejas’, ‘Baltasar Gracián Garnacha Nativa’, ‘Baltasar Gracián Crianza’ y ‘Baltasar Gracián Reserva’, todos ellos un acierto seguro por su gran calidad.

También estuvo presente Bodegas y Viñedos del Jalón, que ofreció una muestra de sus principales líneas de vinos, guiados por su director, Carmelo Lozano, y por la enóloga Asun Palomares. Se trata de vinos con mucha personalidad, orgullosos de su tierra, como ‘Las Pizarras’, monovarietal de Garnacha cuyo nombre describe el tipo de suelo en el que se cultivan sus uvas, en viñedos de más de sesenta años. Otra gama interesante de esta bodega es ‘La Dolores’, de la que catamos el Deluxe, un ‘coupage’ de las variedades Garnacha (85%), Syrah (10%)y Tempranillo (5%) que demuestra que cuando las cosas se hacen bien se nota. Seis meses de crianza en barricas de roble americano dan como resultado un vino con aromas de fruta negra compotada y flores, que en boca se traducen en un vino sabroso y equilibrado.

Por último, conviene destacar los vinos de las Bodegas Augusta Bilbílis, una empresa familiar que produce ‘Samitier Roble’ y ‘Samitier Garnacha’, joven y crianza respectivamente, en los que se expresa con claridad la variedad, con las características que ha adquirido en Calatayud.

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