Este jueves Grupo Chivite protagonizó en Madrid una cata histórica en la que presentó 28 joyas de su colección: vinos únicos de añadas muy significativas que, tras el paso del tiempo, han demostrado su enorme calidad, por lo que ocupan un lugar privilegiado entre los grandes vinos de España y del mundo. 

La llamada ‘casa de las alhajas’ de Madrid, ubicada en la Plaza de las Descalzas, fue el escenario en el que se desarrolló esta cata histórica en la que 120 catadores pudieron apreciar 28 añadas seleccionadas de Chivite Colección 125 Tinto, Chivite Colección 125 Blanco y Chivite Colección Vendimia Tardía. En total se abrieron casi 300 botellas y se sirvieron más de 3 mil copas de vino proporcionadas por la prestigiosa casa Riedel.

Se pueden usar todos los términos laudatorios posibles: excelsa, sublime, magistral y un largo etcétera, pero sin duda esta cata histórica ha sido un privilegio inolvidable e irrepetible. Inolvidable porque quedará registrada como uno de los grandes acontecimientos protagonizados por Grupo Chivite y más de un centenar de entusiastas del vino: sumilleres, enólogos y periodistas especializados, entre otros. Irrepetible porque una buena parte de las botellas abiertas está prácticamente agotada, lo que dificultará replicar la experiencia.

La cata empezó con un vídeo introductorio de Josep Roca, sumiller de ‘El Celler de Can Roca’, quien aprovechó la oportunidad para destacar su estrecha relación con Chivite a lo largo de los años y enfatizar la singularidad e importancia de la actividad.

Posteriormente Julián Chivite, presidente del grupo, dio cuenta -con la voz entrecortada por la emoción- del significado que tiene para la bodega haber realizado una cata como esta, a 20 años del fallecimiento de su padre y en la que se pudo demostrar con orgullo que los vinos de Chivite están entre los grandes vinos del mundo. «Son muchísimas las satisfacciones que en cada nueva añada nos dan estos vinos, ya que expresan las cualidades únicas del terruño y de cada cosecha en particular. Para nosotros esta singularidad es básica ya que no hemos nacido ayer: somos una bodega con firma y con una historia que se remonta a 1647, la fecha en la que se acredita que mi familia ya era négociant, poseía viñedos y bodega propios. Desde entonces once generaciones hemos defendido un modo de vida vinculado a la tierra y a la vid», dijo.

A su lado presidieron la cata César Muñoz, director enológico del grupo, y Denis Dubordieu, director del Instituto de Ciencias de la Viña y el Vino de la Universidad de Burdeos y asesor de Chivite.

Fueron 12 alumnos del curso de sumilleres de la Cámara de Comercio de Madrid, bajo la dirección de Manuel Isoler (sumiller en la Casa Real), los encargados de servir los vinos. Cada vino fue comentado por un invitado de lujo, como el enólogo Peter Sisseck de Pingus; Álvaro Palacios, uno de los elaboradores de más prestigio en España; José Peñín, fundador de la prestigiosa guía que lleva su apellido; Rafael Ansón, presidente de la Academia Europea de Gastronomía; Juan Manuel Bellver, director de Lavinia; Mayte Santa Cecilia, directiva de Bodegas Santa Cecilia, entre otros.

Los asistentes pudieron apreciar la evolución de Chivite Colección 125, que se lanzó en 1985 para conmemorar los 125 años de la primera exportación del grupo. En el caso de Chivite Colección 125 Reserva, durante varios años fue un ‘coupage’ de Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Merlot. A partir de 2009 se suprimieron las variedades francesas en favor de la Tempranillo, por lo que el vino afinó su identidad como un producto de la tierra, en consonancia con la transformación del vino español en las últimas décadas, donde la reivindicación de las variedades autóctonas (o que mejor se adaptan a la tierra) ha sido una constante.

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César Muñoz ha sido uno de los pilares de la evolución de Chivite Colección 125 Reserva. Considerado como un ‘alquimista’ de la variedad Tempranillo, Muñoz explicó que «las coordenadas agroclimáticas de la Finca Legardeta propician que la variedad Tempranillo alcance una madurez completa de forma lenta y suave, siendo esto fundamental para la consecución del equilibrio, la elegancia y la longevidad de los Colección 125».

Una de las parcelas donde la Tempranillo alcanza mayor calidad es La Isla, situada a 500 metros de altitud con suelo arcillo-calcáreo sobre roca madre de areniscas calizas del Terciario y un clima propicio para conservar la acidez de la uva, factor estrechamente relacionado con la capacidad de guarda de los vinos.

Entre los vinos catados podemos destacar la viveza del Reserva 1992, la expresión de la tierra y de la variedad que encontramos en el Reserva 2009 (ya monovarietal de Tempranillo), o el anclaje a la tierra de la añada 2010, en la que se perfila claramente un estilo de vino honesto, que conserva su elegancia y que marca a las añadas posteriores.

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Dotados de una frescura excepcional y de una longevidad a toda prueba, los blancos de Chivite Colección 125, elaborados con la variedad Chardonnay, están entre los mejores del mundo. No es fácil elaborar un vino con Chardonnay fuera de Francia que sea reconocido por su elegancia. Los distintos suelos y condiciones climáticas, amén de los procesos de vinificación, hacen que la variedad adquiera características distintas en cada lugar en el que se cultiva. Sin embargo la Finca de Legardeta, ubicada a escasos cuarenta kilómetros de Pamplona, cuenta con con suelo de arenisca suave y un clima atlántico-continental que hacen que la Chardonnay se adapte a la perfección.

La bodega empezó la elaboración de este vino en el año de 1993 con la idea de «crear un gran blanco español, capaz de envejecer con elegancia», como lo contó Denis Dubordieu, quien desde ese año es asesor de la bodega. «Cuando comprobé que las viñas de Chardonnay de esta propiedad estaban plantadas en suelos calcáreos, en un clima atlántico y una altitud media de 500 metros, supe que teníamos que seguir el modelo borgoñón para obtener el gran blanco con el que soñaban los Chivite», comentó. Para el enólogo, una autoridad en la materia, estos vinos «se pueden equiparar a algunos de los mejores blancos de Borgoña en términos de clase, elegancia y de su asombrosa capacidad de envejecimiento».

En la Guía Peñín 2014 el Chivite Colección 125 Blanco 2004 obtuvo 98 puntos, lo que lo coloca como el mejor vino blanco de España. El vino es fermentado en barricas de roble francés, donde posteriormente realiza una crianza de 10 meses sobre sus lías con el proceso de ‘battonage’ o removido, que contribuye a su longevidad, aporta cremosidad, complejidad y refuerza algunas características como la mineralidad.

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Destacamos algunos de nuestros apuntes tomados al vuelo durante la cata. Nos llamó la atención, por ejemplo, la excepcional frescura y salinidad de la añada 2013, en la que se constata el enorme potencial de guarda de estos vinos; la barrica perfectamente integrada del Blanco 2009, brillante y limpio, con un estilo Borgoña muy elegante; sorprendente la añada 2007, con recuerdos de miel y de campo aunados a la frescura característica de estos vinos; la potencia del Blanco 2005, fresco, glicérico, con sensaciones cítricas, de miel y de flores, cuya longevidad está fuera de toda duda; la complejidad de la añada 1996, con la frescura y las características de la variedad presentes, incluso con evocaciones de manzana asada con canela. 

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El broche de oro de la cata lo pusieron los tres vinos de Chivite Colección 125 Vendimia Tardía, elaborados con uvas de la variedad Moscatel de grano menudo procedentes de la Finca El Candelero, en el municipio de Cintruénigo. Después de una vendimia cuidadosa, en la que se cortan sólo los racimos que han alcanzado la sobremaduración necesaria, las uvas se prensan de inmediato y se fermentan en barricas nuevas de roble francés. Posteriormente el vino realiza una crianza de seis meses sobre sus propias lías con removidos semanales.

La añada 2010 es excepcional, destaca por sus sensaciones cítricas y sus notas florales, por su paso untuoso en boca, por su persistencia y elegancia. Fue el vino que se sirvió en la cena de la entrega del premio Nobel de la paz en el año 2010 y ha recibido toda clase de galardones. También tuvimos oportunidad de catar el Vendimia Tardía 2002, muy untuoso, buena acidez, recuerdos de flores y de fruta madura. La añada 1998, sin embargo, fue punto y aparte: en nariz se aprecian notas tostadas, cítricas y de hongos, en boca es complejo, fresco, muy glicérico. Algunas de las uvas de estos vinos fueron afectadas por Botrytis, la llamada ‘podredumbre noble’, lo que les ha otorgado una gran complejidad.

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En la cuenta de Twitter de Vínica dimos a conocer en tiempo real algunos aspectos interesantes de la cata, con el fin de que nuestros lectores pudiesen acompañarnos, al menos en espíritu, en esta emocionante aventura a la que generosamente fuimos convidados. Gracias a Alicia Huidobro y a Grupo Chivite por hacernos parte de esta experiencia inolvidable e irrepetible.

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